domingo, 25 de octubre de 2009

Dia D (flota!)

Subir al umiaq de un salto, in extremis, resultó mucho más fácil que convencer a unas cuantas señoras de que tenían que sentarse en el suelo so pena de zozobrar.  No me sabía la expresión groenlandesa para "so pena de zozobrar" y mi cara de terror no bastaba para hacerles abandonar la comodidad (y la dignidad) del banco. Cuando la cosa empezó a inclinarse de verdad Eva consiguió que su potente voz danesa se impusiera a los chillidos generalizados y algunas se sentaron el el suelo. Creo que la obispo todavía no me lo ha perdonado.

La zodiac llegó, con su entusiasta tripulación, a tiempo de velar por la seguridad de los múltiples grupos que por turnos fueron probando el umiaq y el qajaq.








Dia D (al agua!)

La comitiva llegó felizmente a la orilla

Javier improvisó unas palabras (algo así como "tenemos que esperar a que llegue la zodiac") tras las cuales la gente se sentó a esperar (un ratito, al menos)

hasta que alguien decidió empezar la ceremonia con un discurso en la lengua nativa que yo traduje para mí como "bueno tú, que me pongo nervioso, vamos a meter esto en el agua y ya veremos, que vengan las señoras que esto es tradicionalmente un barco para ellas" Como un discurso así en lengua inuit vienen a ser como tres palabras, en un visto y no visto el umiaq estaba en la misma orilla, lleno de señoras que reían nerviosamente ante la idea de agarrar un remo por primera vez en su vida.

Día D (preparativos)

La convocatoria pública a la botadura del umiaq, aprovechando nuestra participación en un caffemik,  fué recibida con lo que a mi me pareció una notable indiferencia. Me equivoqué, claro. Supongo que esperaba algo así como "qué bien, vendremos encantados" o cualquier otra fórmula más versallesca. Allí no se estilan este tipo de manifestaciones corteses de júbilo anticipado. Lo cierto es que al día siguiente, desde primera hora, empezó a llegar gente vívamente interesada en el acontecimiento.

Algunos chavales acogieron la idea de terminar de montar el umiaq con alegría disfrazada de profesionalidad.

Estábamos esperando la llegada de una Zodiac, para que nos hiciera de soporte táctico y de barca de salvamento si llegaba el caso. Dudábamos de las habilidades natatorias de los inuit y el umiaq nos había dado algún susto en las pruebas previas, en un Mediterráneo calentito.  La Zodiac, sin embargo, estaba a bastantes millas de distancia; viniendo, pero todavía lejos. Cuando ya se había congregado bastante gente, iniciamos el porteo, en una curiosa procesión y entre bromas que entendían los que las entendían. El personal masculino abría la marcha, cargando el objeto presuntamente flotante. Detrás, con la obispo a la cabeza, las que estaban destinadas a ser las protagonistas de la historia, aunque nosotros lo ignorábamos. Deberíamos haberlo sospechado al ver a los hombres con vestimenta de trabajo y a algunas de las señoras en bikini y con la toalla al hombro.

Morriñaq

Etimológicamente, la nostalgia duele. ¿Servirá como argumento para excusar mi falta de dedicación al blog? En cualquier caso, el ambiente lluvioso, al fin, y la temperatura ya algo fresquita por las noches, me han despertado una gran morriña (morrinarsuaq?) por revivir aquel aire de otoño en pleno verano ártico.
A ver si lo voy terminando:


Entre celebraciones  festejos terminanos de montar la estructura. La cubierta de lona volvió a encajar perfectamente y recibió unos toques de pintura de manos de JK. Todo bajo la atenta mirada de la estatua de Leiff Eriksson, cariñosamente conocida como "el monigote".